En la historia de la novela, el momento cumbre para el Siglo de Oro se produce al iniciarse el siglo XVII, poco antes de la publicación del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), cuando Mateo Alemán entrega a la imprenta las dos partes de Guzmán de Alfarache (1599-1604).
Primera “novela picaresca” y primer gran texto “realista”, el recorrido de un desheredado se convierte en materia épica y la fórmula así acuñada va a inundar el espacio de las letras europeas. Pero la fascinación por el pícaro también ha sido acompañada de un profundo malestar y de una “tácita conspiración de silencio”. La picaresca en su centro procura no sólo devolver a Guzmán de Alfarache la importancia crucial que ha tenido el libro en la historia literaria, sino también revelar el sentido sesgado de ese relato construido como un trampantojo. Guzmán no deja de invitar a sus lectores a desconfiar de la inocencia y la bondad. La modernidad del libro se cifra en este punto preciso del rechazo de la moral convencional. Incipiente novela negra y cruel puesta en práctica del maquiavelismo, el Guzmán reanuda con los antiguos relatos trágicos y adelanta la gesta de Montecristo. Sólo así se puede entender el choque brutal que supuso la publicación de este monstruo literario y la radical renovación de la prosa narrativa ibérica y europea que desencadenó.
